Novena del Centenario - Día 3

“Tenemos tanto por lo que estar agradecidos”
(1ra de Tesalonicenses 5, 18)

Desde 1921 la Sociedad de Misiones Extranjeras de Quebec está al servicio del Evangelio.
Estamos cumpliendo 100 años, queremos celebrar juntos el recorrido de nuestro compromiso misionero. Celebramos el dinamismo de nuestra Sociedad Misionera, y con gratitud, recordamos el pasado, renovamos la pasión por vivir la misión en comunión en el hoy de la historia, y reavivamos la esperanza en el futuro.
Dirigida a: miembros y asociados, antiguos miembros y asociados, candidatos y seminaristas en formación, afiliados, amigos, miembros de nuestras iglesias locales y/o comunidades, jóvenes que forman parte de nuestras redes, y personas de buena voluntad que quieran unirse en esta acción de gracias a Dios por el dinamismo y renovación de nuestra Sociedad Misionera.


Día 3

Oh, Dios, te damos gracias por nuestras familias, nuestras iglesias de origen y comunidades donde ha germinado la vocación misionera.

 
Lectura Bíblica (Mc 3,34-35 )

“Mi madre y mis hermanos, son los que cumplen la palabra de Dios y la ponen por obra”.
 
Reflexión:
Jesús no centró su misión solamente en sus relaciones familiares sanguíneas, muy por el contrario, le da un nuevo significado.
El Señor tiene un corazón universal, no se deja limitar. Las únicas fronteras de su familia son las fronteras del mundo; se siente hermano de todas y todos, en aquel que hace la voluntad de Dios.
 
Revisando nuestra fidelidad a la voluntad de Dios, nos podemos preguntar:
1- ¿Como podremos, desde nuestras comunidades donde estamos, vivir un estilo de “familia” como el de Jesús?: más atrayente por la sencillez, más interpelados por el cariño y el respeto a cada uno y una, y mas capaces de acoger la realidad de tantos hermanas y hermanos vulnerables, marginados y marginadas por este modelo de sociedad excluyente?
 
2- ¿Cómo podemos ser más cercanos, cercanas, solidarios y solidarias con las nuevas realidades de familias?
 
3- ¿Cómo me compromete en el cuidado de la familia y de la gran casa común que es el mundo, con todo lo que contiene de fuerza y de valor para mi y el futuro?


Oración
Señor acoge nuestra oración en estos momentos difíciles que la sociedad atraviesa. Que cada familia recupere la fuerza y el ardor de su vocación primera y formadora. Acompaña a todo tipo de familia en su misión en y para la vida. Que, en el proceso de descubrimiento personal de sus integrantes, aprendan de sus errores y valoren sus antepasados, así podrán acompañar y responder a las necesidades y realidades de hoy.
 
Lo que tenemos son memorias avivadas por las experiencias de nuestros predecesores, compañeros y compañeras, testigos de la misión. En los 100 años de nuestra pequeña sociedad misionera ayúdanos a recuperar las experiencias fundantes, no como recuerdos, sino como experiencias vivas que lleva las mismas actitudes y manera de ver y vivir la misión de Jesús.  Amen.  


 
Compromiso:
- Les invitamos a tener una actitud sensible, atenta y profundamente humana para sentir con el otro. Dando espacio al amor y a los sentimientos familiares que construye, eleva y armoniza. Un amor autentico que proyecta fuera de si, que por tanto mira hacia el prójimo.
 
- Nos comprometemos a tener presente en nuestra oración a todos los tipos de familia que se encuentran en nuestra sociedad.



 

Oración del Centenario.
 

Dios siempre fiel,
“¿A quién enviaré?” – nos preguntas.
En este camino, en esta misma barca,
donde estamos todos,
te respondemos:
“Aquí estamos, Señor, envíanos”. (Is. 6,8)
 
Tu Espíritu nos empuja y atrae,
nos anima y envía en misión
al mundo y a todos los pueblos.
Es tu amor perenne
el que nos mueve a
“correr el riesgo del encuentro
al servicio del Evangelio”.
 
En el hoy de la Iglesia y de la historia,
aquí estamos, Señor, envíanos.
Somos una pequeña Sociedad Misionera que,
humilde y llena de desafíos,
quiere ser participe en la transformación
de los corazones,
mentes, cuerpos, sociedades y culturas,
en todo tiempo y lugar.
 
Aquí estamos, Señor,
al servicio de tu Evangelio,
para testimoniar tu amor
y tu salvación,
atentos a las necesidades de pan y justicia,
libertad y trabajo, dignidad y paz
de nuestros hermanos y hermanas,
así como al cuidado de toda tu creación.
 
Aquí estamos, Señor, envíanos,
a sembrar esperanza,
a construir un mundo nuevo,
a llevar tu palabra y descubrir tu presencia
en todos los pueblos y culturas.
 
Saliendo al encuentro,
proclamamos que eres
el Dios eternamente misericordioso,
cuyo amor dura por siempre.
 
Que la Virgen María, primera discípula y misionera,
ruegue por nosotros, ahora y por siempre. Amén.