¡AQUÍ ESTOY!

¿Recuerdas cuál era tu estado de ánimo al levantarte esta mañana? ¿Estabas contento, triste, quizá poco motivado o lleno de energía? ¿Tenías un propósito al levantarte, algo que mereciera la pena elegir para empezar y continuar el día?

Uno puede despertarse, seguir una determinada rutina y hacer algunos rituales sin hacerse muchas preguntas. Es legítimo. Una persona también puede fijarse objetivos para el día, para la semana, el mes, para la vida. También está bien. Pero alguien puede atreverse a sumergirse en un nivel aún más profundo, donde existe este diálogo interior, donde surgen preguntas importantes. Éste es el lugar que queremos explorar.

Imaginemos a una mujer que decide dejar su país de origen, digamos Francia, Argentina, Filipinas, Canadá o Kenia, para trasladarse a otro lugar donde necesita aprender un nuevo idioma, vivir fuera de su comodidad cultural para dedicar tiempo a mejorar la vida de otras personas, creando casas para estudiantes, organizando grupos comunitarios en zonas pobres, atendiendo a mujeres embarazadas seropositivas, apoyando a familias con graves problemas socioeconómicos o, simplemente, decidiendo dedicar tiempo en su juventud a descubrir dónde puede ser útil para construir el Reino de Dios.

O imaginemos a un hombre que se despierta pronto para encontrarse con presos, sometiéndose a carceleros intolerantes mal pagados, o a alguien con grandes responsabilidades que saca de su tiempo personal para escuchar y acompañar a personas en apuros, o a uno que se traslada a otro continente para animar y guiar a jóvenes en su discernimiento para descubrirse a sí mismos y convertirlos en sus mejores versiones para que puedan llegar a ser sacerdotes y servir a toda la humanidad, siendo felices con lo desconocido como principal campo de trabajo. 


Esas son personas reales, existen y están dando sus vidas en este mismo momento por algo más grande que ellos mismos, fuera de la comodidad de sus patrias. Trabajan en campos que tradicionalmente no se reconocen ni valoran. 


Así que pensemos: ¿es posible profundizar tanto en esta opción si no se mantiene un diálogo interior serio? ¿Con quién están hablando? 


Esta voz interior nos habla a cada uno de nosotros, no sólo a ellos. Esta voz puede hacer que una madre cansada se llene de paciencia para atender y alimentar a un bebé que llora. Puede hacer que un padre tolere duras condiciones de trabajo para llevar el pan a casa con amor. También grita en el corazón de quienes luchan por mejores condiciones laborales, derechos humanos o justicia ecológica. Esta voz habla, en realidad susurra más a menudo a cada ser humano. Está susurrando ahora en tus oídos, en tu corazón, mientras lees esto, diciendo: "¡eres precioso(a)! Tengo un plan de amor eterno para ti, Caminemos juntos...".


Puedes elegir libremente, como el profeta Samuel en su juventud, que se atrevió a responder: "¡Aquí estoy, Señor! Habla tu siervo que escucha" (I Sam 3,10) o como los discípulos de Emaús: "Quédate con nosotros Señor, porque llega la noche" (Lc 24, 29), o como esas mujeres y hombres que acabas de leer que están dando su vida por esa voz que les llamó y les sigue llamando, "cada mañana a sus oídos por lo que escuchen como discípulo y no quieran resistir". (Is 50, 4-5)


Lo más importante: tiene que ser una opción libre, que se renueva en cada momento. Porque el amor es siempre un compromiso libre. Una verdadera vocación de amor no puede realizarse si uno no es libre. Vale la pena intentarlo. ¿Quieres saber más? Contáctenos.