La trascendencia de los años

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Descubriendo la sabiduría y la misión de los ancianos

En la historia de Rut y Noemí encontramos una clara enseñanza sobre la importancia de proteger y cuidar a los ancianos y adultos mayores. Esta historia nos muestra un ejemplo conmovedor de solidaridad y amor entre generaciones. Ambas viven la herida de la pérdida. Y caminan juntas hacia la liberación.

Cuando Noemí, una mujer mayor y viuda, se encuentra en una situación de gran necesidad, su nuera Rut decide acompañarla y cuidar de ella. A pesar de las dificultades, Rut se mantiene fiel a Noemí, demostrando un amor abnegado y una profunda compasión hacia la persona mayor que depende de ella.

El mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial de los Abuelos y Adultos Mayores 2024, "En la vejez no me abandones", nos llama a ser compañeros de camino y a seguir el ejemplo de Rut y Noemí. Rut, a pesar de las desdichas, eligió seguir a su suegra Noemí, diciendo: "No insistas que deje de seguirte. A donde vayas yo iré, tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios" (Rut 1,16).

Noemí, envuelta en la desesperanza, prefirió enviar a sus nueras de vuelta a sus países: “soy demasiado vieja… mi amargura es mayor que la de ustedes” (Cf. Rut 1,12-13). Noemí temía truncar el futuro y la esperanza de estas jóvenes mujeres. Muchos de nuestros ancianos sienten hoy en día esta tensión y esta realidad: se auto-perciben una carga para la sociedad. La cultura del descarte, como la llama el Papa Francisco, enfocada en producir y consumir, nos empuja a dejar al margen a aquellos que consideramos improductivos.

La historia de Rut y Noemí nos recuerda también la historia de muchas mujeres migrantes. Mujeres que se quedan al margen como consecuencia de la guerra. Mujeres que cruzan desiertos, selvas, mares, ríos y continentes buscando un mejor futuro para sus hijos. Otras muchas mujeres se quedan en la vía, y muy atrás: en los campos de arroz ahora sin cultivar, cuidando a los nietos y esperando a los hijos que se fueron a la guerra o se fueron a otro país a trabajar.
Es importante aprender de la historia de Rut y Noemí, quienes nos enseñan el valor de no abandonar a nuestros ancianos, enfermos y heridos en el camino. Nadie debe ser dejado de lado.

Además, debemos caminar juntos con valentía en la proclamación de la Buena Noticia, ya que es una tarea que nos concierne a todos. Al proclamar que todos somos hermanos y hermanas, podemos fortalecer los lazos de solidaridad y compasión en nuestra sociedad.

Los Ancianos en los Evangelios

Ante la actual cultura del descarte, los Evangelios nos ofrecen una perspectiva diferente. Jesús elogia y dignifica a la viuda que da todo lo que tiene, unas simples monedas, diciendo: "Ésta a pesar de su pobreza ha dado todo lo que tenía y su tesoro es inmenso" (Cf. Mc. 12,41).
En el Evangelio de Lucas, nos encontramos con Isabel y Zacarías, dos ancianos que enfrentan la realidad de no tener hijos ni descendencia, aparentemente sin un futuro claro. Sin embargo, en su vejez descubren un nuevo propósito para sus vidas: una renovada misión (“la que llamaban estéril – sin futuro – ha concebido un hijo en su vejez”.

En lo más profundo de su ser, llevan consigo la vida que se convierte en una historia de salvación. La historia de Isabel y Zacarías de avanzada edad nos enseña que nunca debemos perder la esperanza, porque "nada es imposible para Dios" (Lc 1, 37).

No debemos creer que, al envejecer, no tenemos un propósito en la vida. Cada etapa de la vida, incluyendo la vejez, puede ser un momento de gran significado y propósito. Aunque cambiemos de hogar o residencia muchas veces, y aunque enfrentemos tempestades y abandonos, debemos recordar que “Dios ha visitado y redimido a su pueblo, siendo luz para las naciones” (Lc.1,68).

En medio de una cultura que a veces nos hace sentir irrelevantes o improductivos, es crucial reconocer que Dios tiene un plan para cada uno de nosotros, independientemente de nuestra edad. Nuestra misión puede tomar diferentes formas a lo largo de nuestra vida, pero siempre hay un propósito que nos impulsa a ser instrumentos de amor, esperanza y redención en el mundo.

Simeón y la profetiza Ana son ejemplos inspiradores de esto. En el templo tuvieron el privilegio de tomar a Jesús en sus brazos. Este encuentro llenó sus vidas de renovada alegría y nuevo sentido, demostrando que incluso en la ancianidad, podemos tener un impacto profundo y significativo en el mundo que nos rodea.

En momentos de desafío o desaliento, recordemos que somos parte de una historia más grande, una historia de salvación y amor incondicional. Nuestro valor no depende de nuestra productividad o de los sueños que se hayan agotado, sino de nuestra identidad como hijos e hijas muy amados de Dios.

La Misión de Abraham

En la tradición bíblica, Abraham se convirtió en el padre de muchas naciones en su ancianidad, cuando recibió el llamado de Dios para dejar su hogar y su tierra natal y dirigirse a una nueva tierra que Dios le daría como herencia (Génesis 12,1-15).

Este relato nos plantea una pregunta profunda: ¿Podremos entender todos, tanto ancianos como jóvenes, el significado de este mensaje? La respuesta es sí, porque la misión de anunciar la esperanza y la verdad no está limitada por la edad o las condiciones físicas. Dios no descarta a nadie, independientemente de su etapa de vida.

El ejemplo de Abraham nos enseña que la edad no es un obstáculo para cumplir con el llamado divino. A través de su obediencia y fe, Abraham se convirtió en un instrumento para la bendición de muchas naciones. Sin importar nuestra edad o las limitaciones que podamos percibir, Dios utiliza a personas de todos los períodos de la vida para llevar a cabo su plan de salvación y traer esperanza al mundo.

La sabiduría de nuestros abuelos puede ayudarnos a tomar decisiones más encaminadas y a enfrentar los desafíos de la vida con mayor asertividad. Sus consejos y enseñanzas pueden ser invaluables para las generaciones más jóvenes, gracias al conocimiento profundo que han acumulado a través de las experiencias vividas.

La Celebración de los Abuelos

Esta fiesta, conocida como el Día de los Abuelos, se celebra alrededor del día de San Joaquín y Santa Ana. Según la tradición, se considera que son los abuelos de Jesús, aunque no hay pruebas históricas concretas sobre sus nombres reales. Sin embargo, es indudable que Jesús tuvo una familia y recibió educación en la que se formó. Es fácil imaginar la presencia de los abuelos de Jesús en su vida, reflejada en su valentía, coraje y deseo de liberación para su pueblo, siguiendo la tradición bíblica de los profetas. También podemos observar cómo su compasión y ternura hacia los más vulnerables, como los huérfanos y las viudas, reflejaban las enseñanzas transmitidas en su hogar. Aprendamos a amar y honrar a nuestros abuelos de la misma manera en que Jesús amó y honró a los suyos.

"Un abrazo de los abuelos es un abrazo que siempre recordarás".

¿Cuándo fue la última vez que visitaste a tus abuelos o les diste una llamada? Aprovecha esta jornada para conectar con ellos y hacerles saber cuánto los valoras.