Maternidad de Dios: Una Reflexión en el Mes de la Madre
En este mes de la madre, nos gustaría reflexionar sobre una figura que a menudo se pasa por alto en nuestras discusiones teológicas: la “Maternidad de Dios”. Aunque Dios trasciende el género, utilizamos imágenes y metáforas para hablar de Él.
En este momento de la historia, con todos los desafíos que enfrentamos como humanidad, ¿no sería más pertinente y necesario que nunca recuperar la figura maternal de Dios creador, amante de la vida y todo-ternura para con sus creaturas?
Dios: Un Padre con Corazón de Madre
De un modo u otro, esta figura de Dios Madre llena de bondad y compasión, ha sido desplazada por la imagen de un Dios guerrero, liberador y todopoderoso, siempre listo para la batalla. ¡Lo que ha contribuido mucho a los abusos de poder, las tensiones y las desigualdades en la Iglesia y en el mundo! Sin embargo, la imagen de Dios como Madre es una enseñanza profunda y consoladora basada en diversos pasajes del Antiguo y del Nuevo Testamento y en la tradición.
En el Antiguo Testamento, encontramos hermosas imágenes de Dios como una madre amorosa y fiel. Por ejemplo, en el libro de Isaías leemos: “¿Puede acaso una madre olvidarse de su niño de pecho, dejar de querer al hijo de sus entrañas? Pero, aunque ella se olvide, yo no me olvidaré de ti" (Is 49,15). Dios es comparado con una madre que amamanta y consuela a su hijo, que cuida y protege a su pueblo con ternura. El amor de Dios es incluso más fuerte que el amor de una madre que hará hasta lo imposible por defender a sus hijos.
En otro pasaje, el profeta Isaías añade: “Como a un niño a quien su madre consuela, así los consolaré yo; en Jerusalén serán consolados” (Is 66,13) 2. Esta imagen de Dios como una madre que reanima a su hijo nos muestra la inmensa compasión de Dios hacia nosotros, quien “sobre las rodillas nos acariciará” (Is 66, 12).
Dios: Decididamente Protector
En el Nuevo Testamento, Jesús también utiliza imágenes maternales para hablar del amor de Dios. Por ejemplo, cuando lamenta la suerte de Jerusalén, dice: "¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina reúne los pollitos bajo las alas, y tú te negaste!" (Mt 23,37/ Lc 13,34). Las gallinas son decididas y ferozmente protectoras a la hora de defender a sus polluelos. Además, bajo sus alas cuidan y dan calor y seguridad ante las amenazas. Dios, entonces, está siempre dispuesto a brindar refugio y consuelo a aquellos que buscan su amparo.
¿Has visto alguna vez a una gallina defender a sus crías de un depredador? La peculiaridad de una gallina que protege a sus polluelos radica en su instinto maternal innato, su disposición para sacrificar su propio bienestar y seguridad en aras de la protección de sus pollitos. Esta imagen evoca la idea de un amor desinteresado y una entrega total, características que se atribuyen a Dios, “clemente y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad y leal” (Salmo 85, 15).
Celebrando la Maternidad de Dios
Así pues, en este Mes de la Madre, recordemos y celebremos la maternidad de Dios. Dejemos que su amor y sus cuidados nos envuelvan, como el cariño de una madre. Y recordemos siempre que, como una madre fiel, Dios está siempre con nosotros, en los buenos y en los malos momentos, amándonos con un amor incondicional y eterno.
Pensemos en el Dios que se hace pequeño, con los pequeños.
El Dios Madre que auxilia a los oprimidos y vulnerables,
“que hace salir su sol sobre malos y buenos
y hace llover sobre justos en injustos” (Mt 5,45),
y que rescata y sale al encuentro del hijo perdido.
El Dios de Jesús, es un Padre con corazón de Madre.