ECOLOGÍA. 

ECOLO SME - LAVAL 

Tomando ejemplo del Señor de la Viña, el Superior General poda con cariño los árboles de la SME de Laval,  mientras otros dos hermanos se hacen cargo, uno de un campo de frambuesas, otro de un huerto.

 

Nacido hace apenas un año, el comité ecológico (COMÉCO) de este mismo lugar ha enviado pequeños equipos de abejas en  misión con el mandato de «aguijonear» la envidia y la emulación de los y las colegas internacionales. Por desgracia, parece ser que aquella brillante empresa abortara por el camino. Una investigación se está llevando a cabo.

 

Mientras tanto, acurrucada bajo los manzanos, la colmena madre,   haciéndole una peineta al Covid-19, ha destillado una miel de cinco estrellas que fue bautizada como "Miel del Centenario". Fue una revelación, como para chuparse los dedos hasta los codos. Estas abejas son un modelo misionero. Se dedican de lleno a  conectar las plantas entre ellas para que se  fertilicen. Sin ellas, estaríamos muertos. Las amamos tiernamente y, por eso, son ahora miembros permanentes de la comunidad del 180 Place Juge-Desnoyers.

 Cuatro o cinco co-hermanos, tipo silencioso pero trabajador, velan por la naturaleza del ambiente, limpiando, reparando, mejorando, pero hay uno en particular que está realmente casado con ella. Los retoños que salen de esta alianza son un montón. Por ejemplo, nuestras sobras de mesa se convierten en abono, nuestras dos cepas raquíticas vuelven a la vida, unos treinta arces llenan una flota de jarras grandes con un almíbar dorado que supera toda clasificación. Varios pinitos nuevos, además,  están saliendo de en medio del césped, los parterres rebosan de flores como nunca y todos los días una notita se publica para identificar hojas, árboles y flores de nuestro pequeño reino  (porque un buen pastor conoce a cada una de sus ovejas por su nombre...). .

 Contra las malvadas botellas de plástico se ha librado una guerra despiadada y la victoria fue instantánea, rotunda y definitiva. Algunos compañeros, por su edad, pero también por amor al planeta, se deshacen de sus coches. Los cortes de césped se racionalizan para que los yuyos silvestres conozcan la dulzura de la vida antes de ser triturados por las cortadoras. Respecto a esas criaturas del diablo, ya que aún no podemos  acabar de una vez con ellas, por lo menos hemos cambiado  la más gorda, la más bulliciosa y más pestilencial por otra más amigable, totalmente eléctrica y no violenta. Nuestro propio tablón de anuncios exhibe regularmente un material de contenido a la vez serio y humorístico que intenta injertar en alguna celulita del cerebro que la ecología no es el aguafiestas que se cree, sino que lo es nuestro sistema de crecimiento y de consumo a toda costa que todo lo echa a perder. Y por si nos cuesta echarnos a los bazos de la  naturaleza, ella misma se echa a los nuestros gracias a otro colega que, cámara en mano, nos la mete en nuestra casa. Las imágenes de ramas, hojas, flores, plumas, pelos, gotas de agua, copos de nieve, bichos, mariposas, pájaros, marmotas, amaneceres y atardeceres con los que él se tope se empujan en las bandejas de entrada de nuestros email y en una pantalla comunitaria híper activa.

 

Esta lluvia de fotos hermosas, ¿alcanzará "ecologizarnos"? Ojala. Porque  si la ecología no gana la carrera, ¿qué será de este mundo? ¿Qué será de nosotros si no encontramos la manera de integrar la ecología a la Buena Nueva que tenemos la misión de anunciar? ... No podemos darnos el lujo de seguir postergando las cosas. En estos días, en Lytton, a tres horas en coche desde Vancouver, (o sea, en el norte de América del Norte y no en los trópicos ...), el mercurio ha alcanzado los ¡49,5 ° C!. Este calor extremo desencadena tormentas aterradoras que prenden cientos de incendios forestales. La misma pequeña ciudad de Lytton se ha convertido en cenizas.

 

Lamentamos que las celebraciones del Centenario, las que giran en torno a los riesgos que tenemos que correr por amor al Evangelio, no hayan dado aún un espacio mínimo a la ecología, pero saludamos el gesto simbólico de los dos robles que se han plantado para conmemorar el evento. Es nuestro anhelo el que  la ecología encuentre el lugar que le corresponde en nuestra comprensión de la Biblia, en nuestra espiritualidad, nuestra teología, nuestras liturgias, en nuestra visión del Evangelio, en la formación de nuestros seminaristas y en la misión. Porque, debemos admitirlo, la ecología, a pesar de nuestros esfuerzos más lindos, sigue siendo ajena a lo que somos. Su destino se parece al de nuestros nativos. Por vivir en simbiosis con la naturaleza (un tesoro incalculable para nosotros y la humanidad toda), estos pueblos hermanos han sido ignorados o llamados salvajes; los hemos  despreciado, enjaulado en reservas, ignorado y abandonado. Había que "matar al indio" y al pagano en ellos ... y, "como por casualidad", nos apoderamos de sus tierras ... La Iglesia, la que históricamente hizo grandes cosas por ellos, ha lamentablemente contribuido también a este genocidio cultural. En las escuelas residenciales para niños nativos que el gobierno había confiado al cuidado de instituciones religiosas, unos misioneros tal vez santos  se codearon con otros que abusaron escandalosamente de los niños. En estos días, muchos horrores se están descubriendo. En dos semanas, "como por casualidad", seis iglesias católicas fueron incendiadas ... El desastre es perfecto.

 

Que la ecología llegue a formar parte de nuestra respiración no es algo que se va a lograr de la noche a la mañana, pero se va a dar con toda seguridad a condición de que no tiremos la toalla. «Imítenme», escribe el apóstol Pablo,  «yo planté, Apolos regó1 , pero, por favor, no hagan como el Eloy. Para cultivar las frambuesas nunca está, pero para comérselas siempre es el  primero» ...

 1 Corintios 4,16; 3,6

 Eloy Roy